La otra cara de las emociones. ¡No hay emociones malas!

La otra cara de las emociones. ¡No hay emociones malas!

Desde pequeños y por diversos factores (educación, cultura, entorno, …), aprendemos que sentir ciertas emociones es algo malo y que es mejor no expresarlas y/o reprimirlas, provocándonos mayor rechazo hacia nosotros mismos cuando aparecen, haciéndonos sentir mal y que deseemos deshacernos de ellas.

Pero, ¿se puede hablar de emociones “positivas y negativas” o “buenas y malas”? Las emociones que consideramos “negativas o malas” nos sirven de defensa ante ciertos peligros y sabiendo como manejarlas y aceptándolas nos llevan a actuar, a querer avanzar, crecer y aprender. Por otro lado, las emociones “positivas o buenas” sirven de protección, de refuerzo y permiten que desarrollemos nuevos recursos para afrontar situaciones futuras.

El ideal, que fuéramos capaces de analizar nuestras emociones sin etiquetarlas y saber distinguir cuando sentir una emoción entra en los límites de la normalidad y cuando puede convertirse en un problema.

¿Te has parado a pensar que ocurriría si nunca sintieses miedo? Seguramente correrías muchos riesgos que pondrían en riesgo tu salud. El miedo, como todas las emociones, tiene una función adaptativa y de supervivencia. Sentir miedo cuando estas en peligro hará que reacciones para evitarlo y te permitirá sobrevivir, de lo contrario, si no sintieras miedo ante una situación de peligro serías una presa fácil. Por tanto, lo que en principio podía parecer una emoción mala se convierte en una emoción buena o que cumple con una buena función. El problema aparece si el miedo se generaliza a numerosas situaciones o a una situación concreta y que en sí misma no es peligrosa. Imagina que sintieses un miedo enorme cada vez que fueras a salir a la calle. Este miedo podría tener detrás una base no real o estar ligado a un suceso concreto y convirtiéndose en un miedo no coherente con la situación que vives. Salir a la calle a diario es una conducta usual y necesaria para desarrollar la gran mayoría de las actividades y que no lleva implícito ningún peligro para tu supervivencia. En este caso hablamos de miedo desadaptativo y habría que comprobar que hay detrás.

Y con la tristeza, ¿no crees que es normal sentirte triste cuando te pasa algo desagradable o ante la pérdida de algo importante (un amigo, un familiar, una mascota, un trabajo, …)? Sentirte triste ante una situación así es adaptativo y coherente con tus valores, que no implica que sea ni bueno ni malo, sino que es una parte más del proceso de adaptación al cambio y de supervivencia. Tu mente y cuerpo reaccionan con este sentimiento y es algo normal. Si sintiésemos alegría por todo, muchas cosas perderían su valor y esencia y no existiría el impulso por conseguirlas, por mejorar y por superarnos. Del mismo modo que sientes y expresas alegría puedes y debes expresar y sentir la tristeza. Todo el mundo tiene días “raros” o sensibleros por un motivo concreto o sin un motivo aparente, son momentos puntuales y nada anormales, por lo que no debe influir en tu autoestima, ni debes sentirte menos valioso. Siempre y cuando este sentimiento no se alargue en el tiempo no tendrá más que una función adaptativa ante esa situación que nos desagrada, pero si se produce en exceso y se alarga en el tiempo requiere de unos cuidados especiales.

¿Qué me dices de la preocupación?  Estar preocupado puede ser una reacción emocional normal cuando tienes que tomar una decisión importante o cuando implica o afecta a cosas o personas que te importan. Mientras esta preocupación sea puntual y no se “escape de nuestro control” o interfiera en nuestras actividades y calidad de vida no tiene por qué ser un problema. En el caso contrario, si se alarga en el tiempo y nos sentimos desbordados pueden aparecer problemas de ansiedad, por lo que deberíamos comprobar si la situación en si requiere de tanta preocupación, comprobar si lo que estamos haciendo nos está ayudando a solucionarlo o si está ocurriendo todo lo contrario y está aumentando nuestra preocupación y no nos lleva a resolver nada. En ocasiones, es necesario dejarse llevar y probar soluciones para encontrar la respuesta adecuada y saber cómo actuar la próxima vez ante una situación similar. Equivocarte no te hará peor sino mejor, habrás aprendido algo nuevo. Quedarte en el limbo pensando que hacer y no hacer y sin hacer nada, incrementa tu ansiedad, alarga la toma de la decisión y te impide aprender y zanjar el tema. Quizá te estas preocupando más de lo que debieras.

Parecido sucede cuando nos enfadamos, bien con nosotros mismos porque algo no ha salido como esperábamos o bien enfadarnos con los demás. Cuando nos enfadamos con nosotros mismos, lo ideal es analizar qué es lo que hemos hecho, que es lo que ha pasado para que no haya salido como queríamos y que podemos hacer la siguiente vez. Nuevamente es una forma de aprender y adaptarnos. Echarte la culpa y sentirte mal por algo que no ha salido como esperabas hace que te estanques en ese punto, te crea inseguridad y no te deja avanzar ni aprender de la situación. Tómalo como parte del aprendizaje y del paso por la vida. ¡La siguiente vez puede que tampoco salga bien del todo, pero algo mejor sí! La reacción emocional de enfadarnos con otra persona también puede ser normal y aparece cuando creemos que la otra persona no ha actuado bien con nosotros. Pero aquí debemos ser cautos y entender lo que puede haber pasado, ya que quizá pusimos demasiadas expectativas en lo que la otra persona debía darnos o puede que realmente la otra persona no se haya comportado bien. De cualquier manera, hay que ver bien la situación y no pasar del enfado a la ira, ya que la ira nos puede hacer perder los papeles, desvalorizar a la otra persona, empeorar la situación y provocarnos mucha tensión emocional y mental. Es necesario resolver lo que ha provocado el enfado identificando que parte de “culpa” tiene la otra persona y ver que parte de culpa le estamos añadiendo nosotros. Deber recordar que el cómo te sientes es algo tuyo y que la otra parte puede ayudar a que te hayas sentido así, pero no es la responsable de tu sentimiento. Piensa antes de actuar y usa tus habilidades sociales para resolver el conflicto, esto hará no te sientas mal ni hagas sentir mal al otro.

Entender y aceptar las emociones “negativas o malas” sólo mejora tu bienestar, te permite vivir, atender a los demás, demuestra lo que te importa y te permiten aprender.