“No puedo parar de pensar”: cómo saber si tengo ansiedad
Esa sensación de no poder desconectar la mente, de estar en bucle constante, anticipando problemas, repasando conversaciones o preocupaciones; lamentablemente es demasiado común. Puede parecer “normal” en tiempos de mucho trabajo o cambios importantes. Sin embargo, cuando se convierte en el ruido de fondo diario, tal vez no se trate solo de estrés. Tal vez sea ansiedad. La frase “no puedo parar de pensar” se ha convertido en una de las más comunes en consulta. ¿Te suena?
Cuando no puedes parar de pensar, ¿qué está pasando?
“No puedo parar de pensar”. Esa frase que tantas personas repiten en consulta, a veces con angustia, otras con resignación, es mucho más que una expresión casual. Es el síntoma de una mente que no encuentra descanso, atrapada en un bucle constante de pensamientos que se suceden sin tregua.
Te acuestas y no logras dormir porque repasas todo lo que ha pasado en el día, o lo que podría pasar mañana. Te levantas ya con el cuerpo en tensión, como si algo estuviera a punto de ir mal. Mides tus palabras en cada conversación, anticipas escenarios catastróficos, dudas de todo lo que haces. Y aunque estás agotado, no logras desconectar.
Este ruido mental constante, esa imposibilidad de «parar la cabeza», muchas veces se confunde con estrés, con preocupaciones puntuales o con una forma “normal” de vivir en un mundo acelerado. Pero cuando se convierte en un estado permanente, puede que lo que estés sintiendo sea ansiedad. Reconocerlo, saber lo que nos está sucediendo, es el primer paso para poder atajarlo y empezar a sentirte mejor.
Diferencias entre ansiedad y estrés
Ambos comparten síntomas, en cambio tienen raíces y consecuencias diferentes. Aquí te dejo algunas claves para distinguirlos:
¿Qué es el estrés?
Es una respuesta natural del cuerpo ante una demanda externa. Puede ser puntual (una entrega de trabajo, un conflicto) y, en muchos casos, desaparece cuando la situación se resuelve. A corto plazo, el estrés puede incluso ser útil para activar nuestra atención y desempeño.
¿Qué es la ansiedad?
La ansiedad no necesita una causa externa clara. Se instala como una sensación permanente de inquietud, amenaza o malestar. Aunque no haya “nada objetivo” que lo justifique, el cuerpo y la mente actúan como si el peligro estuviera presente.
Somatización: cuando tu cuerpo también habla
A veces el cuerpo grita lo que no podemos expresar con palabras, somatiza, manifiesta la ansiedad a nivel físico. Y eso también es ansiedad.
Algunos de los síntomas físicos más comunes de la somatización de la ansiedad son:
- Palpitaciones, dificultad para respirar o sensación de ahogo.
- Dolor en el pecho.
- Tensión muscular, bruxismo o temblores.
- Problemas digestivos.
- Insomnio o despertares constantes.
Lo más confuso es que, muchas veces, desde fuera todo parece estar bien. Tienes trabajo, familia, amigos, no tienes una situación que entiendas que pueda llevarte a este estado… Entonces, ¿por qué te sientes así?
La ansiedad silenciosa: cuando todo está bien, pero tú no
La ansiedad no siempre se manifiesta con ataques de pánico evidentes. A veces se cuela en forma de irritabilidad, desconexión emocional o agotamiento constante.
Puedes seguir rindiendo en el trabajo, sonriendo en reuniones familiares, e incluso salir a correr… Seguir siendo un adulto funcional y, aun así, sentir que algo no encaja por dentro. Eso es la ansiedad silenciosa. Y sí, también necesita atención y cuidado.
La trampa del “tengo que poder con todo”
Muchas personas, especialmente las mujeres y, en concreto quienes ocupan roles de cuidado en casa, en el trabajo o en su entorno cercano, han interiorizado la creencia de que deben poder con todo.
No solo hacerlo todo, sino hacerlo bien, sin que se note el esfuerzo, sin pedir ayuda, sin fallar. Esta autoexigencia constante no surge de la nada: tiene raíces culturales, sociales y familiares que han reforzado durante años la idea de que “ser fuerte” es no mostrar vulnerabilidad. Lo que no se dice es que esa fortaleza mal entendida puede convertirse en una carga emocional difícil de sostener.
Esta trampa lleva al agotamiento físico, mental y emocional. Se normaliza vivir con cansancio, en tensión, sin espacio para uno mismo. Y cuando aparecen la ansiedad, la frustración o la tristeza, también aparece la culpa: “¿Cómo me voy a quejar, si hay gente que está peor?”, “¿Y si decepciono a los demás?”. Así se entra en un bucle peligroso donde el autocuidado se posterga una y otra vez. Romper con esta dinámica no es fácil, pero sí es posible. El primer paso es reconocer que no tienes que poder con todo, y que pedir ayuda también es una forma de cuidarte. Al final, si tú no estás bien, no podrás sostener a los demás con la calidad con la que seguramente querrías.
El estrés crónico en mujeres
Muchas mujeres llegan a consulta después de haber sostenido todo durante demasiado tiempo. Trabajo, crianza, cuidados de personas mayores, gestiones domésticas, relaciones… y sin apenas espacio para ellas.
Se activa una idea que pesa como una losa: “tengo que poder con todo”. Pero no se puede hacer esto sin pagar un precio. La frustración, la culpa por no llegar y la autoexigencia son el caldo de cultivo perfecto para la ansiedad crónica.
A menudo caemos en una comparación que nos hace sufrir, sobre todo las mujeres entre nosotras y, en particular, las que son madres. Están pendientes de lo que hacen las demás madres y se sienten mal al compararse. La realidad es que a muchas de las mujeres con las que trabajo en terapia, esta comparación las hace más infelices.
¿Qué puedes hacer ante situaciones de ansiedad o estrés?
Si detectas que puedes estar sufriendo de ansiedad o estrés, aquí te dejo algunos consejos básicos que podrían ayudarte:
- Reconoce lo que estás sintiendo. Ponerle nombre a lo que te pasa es el primer paso.
- Escucha a tu cuerpo. El cansancio, los dolores recurrentes o los cambios de sueño y apetito te están hablando.
- Busca apoyo profesional. No tienes que poder solo/a. La terapia psicológica puede ayudarte a gestionar mejor tus emociones y tu bienestar.
- Cuida tu entorno y tus límites. Decir “no”, pedir ayuda o reservar tiempo para ti no es egoísmo: es autocuidado.
- Baja el ritmo y vive tu vida. A menudo volver a lo simple y lo que nos resulta más importante y concentrarnos en lo nuestro, reduce la ansiedad.
Hemos visto que la ansiedad y el estrés no son lo mismo, aunque a veces se confundan por compartir ciertos síntomas. También que a menudo tu cuerpo, tus emociones y tu mente pueden estar intentando decirte algo importante.
Escucharte, darte permiso para parar y pedir ayuda profesional son actos de valentía y de amor propio. Desde Bernus Psicología puedo acompañarte en el proceso de mejorar tu bienestar emocional.